Jerónimo de Ayanz y Beaumont

Máquina de vapor de Ayanz

Jerónimo de Ayanz nació en el señorío de Guendulain, Navarra, en 1553. Segundo de los cuatro hijos de Carlos de Ayanz y Catalina Beaumont, los dos pertenecientes a familias nobles navarras. Al no poder heredar, decide desde joven tomar, como su padre, el camino militar.

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Retrato de Jerónimo de Ayanz y Beaumont

A los catorce años se va a Madrid al servicio de Felipe II. A las ordenes de prestigiosos militares españoles participa en diversas campañas militares como la Batalla de San Quintín, La Goleta o Lombardía, Flandes y Portugal. En Flandes protagonizó una acción heroica. Además de sufrir una grave herida, esta le valdría el reconocimiento de La Corte y una pequeña renta al recibir la encomienda de Ballesteros (Ciudad Real) y Abanilla (Murcia). También le otorgarían la Orden Militar de Calatrava.

En estas localidades de Arranz impulsaría tanto la obra civil como la ganadería y la agricultura. Fue nombrado regidor perpetuo en Murcia, donde residió hasta que en 1597 fue nombrado por Felipe III administrador general de las minas del reino. En aquél momento la explotación de las minas nacionales y americanas presentaba serios problemas y deficiencias. La nefasta gestión privada junto con los problemas derivados por las inundaciones y mala oxigenación de las galerías, convertía muchas explotaciones en inviables y una fuente de riesgos para sus trabajadores.

Fue en este periodo y área donde de Ayanz realizaría sus mayores inventos. De mente inquieta y formación científica militar, fue prolífico intentando mejorar o solucionar los problemas que se presentaban a su alrededor. Comenzó con aportaciones en sus campañas militares y en la gestión de las localidades bajo su administración. No solo realizó aportaciones científicas. Sus análisis del estado de la minería presentados a Felipe III, después de visitar las minas durante dos años, estaban sumamente detallados y documentados. Sin equivalentes temporales en toda Europa.

Sus mayores preocupaciones fueron asegurar la salud y la protección de los mineros. Por lo que promovió políticas en favor de estos y en contra de los adjudicatarios, que perjudicaron su imagen en La Corte. Aunque sus ideas eran mal recibidas, logró implantar pequeños cambios ocultando su autoría. Inventó un nuevo catalizador de la amalgama de plata, el cobre. También realizó modificaciones en instrumentos de medida (pesos, fuerzas, balanzas de precisión, brújulas) y otros equipamientos y herramientas propias del sector como hornos, molinos, bombas, norias, etc.

En este ámbito también se sitúan sus dos mayores inventos. Una campana de aire renovable para evitar el aire viciado de las partes más profundas de las minas y un sifón de vapor con el que podía desaguar los túneles inundados.

En 1608 abandonó el puesto de administrador de minas para emprender de forma privada la explotación. Pero pasado un tiempo, debido a la poca rentabilidad de la inversión, traicionado por sus socios. Sus últimos años los pasó centrado en sus inventos hasta que enfermó. Murió el 23 de marzo de 1613 en Madrid y fue trasladado a su querida Murcia para el entierro.

Boceto de una campana de buceo

Muchos años después salieron a la luz unas cartas dirigidas a un pariente de Felipe III, el Príncipe Emanuel Filiberto de Saboya. En dichas cartas detalla muchos de sus inventos. Posiblemente fueran escritas para constatar su autoría, dado que sus relaciones con Felipe III y la Corte de aquellos años eran muy tensas. Se le llegaron a reconocer casi 50 inventos en diferentes ámbitos. Aunque su aplicación y funcionalidad quedó reducida casi a la nada por el poco interés de sus coetáneos. Como quedó reflejado en la histórica exhibición realizada por de Jerónimo de Ayanz y su buzo ante La Corte y Felipe III.

Además de hombre de ciencias, de Ayanz destacó también en pintura, canto y escritura. Amigo de Lope de Vega y casi vecino de Cervantes cuando La Corte estaba situada en Valladolid, dejó muestras de su ingenio también en estos campos.

Jerónimo de Ayanz y Beaumont fue por tanto un visionario. Un hombre adelantado a su época y por lo tanto, como muchos otros en su lugar, envidiado, menospreciado y olvidado. Perdido en las rencillas de La Corte sus inventos no fueron compartidos en la comunidad científica europea, y por lo tanto hubo que esperar incluso siglos a que otros llegaran a construir y popularizar sus mismas ideas.

Gracias a las cartas con el Príncipe de Saboya podemos reconocer el ingenio del que muchos llaman el «Da Vinci» español.

Sus inventos más importantes fueron:

  • Máquina de vapor: Diseñó y construyó equipos que permitían renovar el aire de una mina o una habitación moviendo el aire por calor. Al calentar agua y vaporizarla a presión dentro de una caldera esférica la fuerza del gas era capaz de mover el aire a grandes distancia. Lo que permitía renovar y calentar y enfriar el aire del interior de una mina. Su invento era capaz de desaguar un túnel anegado usando la circulación por vapor. Esta máquina de vapor fue diseñada casi un siglo antes de la del inglés Savery, reconocida como el primer motor industrial.
  • Campana de aire y traje: de buzo: Extendió la idea de la canalización de aire mediante tubos en dos líneas comunes. Ideó un sistema de fuelles que era capaz de insuflar aire limpio por un conducto y que se expulsara el aire viciado. Con este sistema construyó una campana bajo la que pudieran desplazarse y trabajar los mineros en los túneles más profundos, y un traje impermeable con casco con el que una persona podía sumergirse bajo el agua y respirar el aire que le llegaba por el tubo a la máscara.
  • Submarino: Misma idea pero a una escala mucho mayor. Diseñó un circuito de tubos entre un barco en flotación que contenía el sistema de fuelles y otro sellado y calafateado que podría desplazarse por las profundidades marinas.
Dibujos
Bocetos de Ayanz de barcas sumergibles (Archivo General de Simancas).





Referencias_

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